eleonora filippi por eugenia viña



El tiempo: continuidad

Continuidad temática. Los esqueletos y el imaginario del mundo de los muertos (y nosotros, sus testigos) se interrumpen ahora por la vida, una vida orgánica, una vida sorprendida de estar viva, una vida sujetada a troncos (como cuadros sujetados con un clavo a una pared), una vida en un mundo que esta ENTRE, que no se sabe bien donde está pero en el que la ley de gravedad no corre, pero que es mayormente aéreo. Las chiquitas sobrevivieron. Y a pesar de todo, nos miran. Sorprendidas ellas mismas de seguir con vida.

Continuidad material: después, y gracias, y durante, el trabajo en rollos, y mirando el trabajo en paneles que realiza Takashi Murakami, le interesa lograr cierta continuidad entre los cuadros, que le permita cambiar el orden y – tal vez – la dirección (las ramas pueden ser raíces y viceversa). Como si los cuadros fueran bloques o módulos. Y con ellos se pueda armar algo continuo, que no este interrumpido ni separado, por blanco ni por silencios.

Los personajes: aquí también parece haber una continuidad. Entre el trabajo que realiza EA durante horas en su taller, casi a solas, hace años. Pinta muñecos. Para vender, que se venden. Son productos. Hechos por otros.

Pero ahora son sus muñecas, sus niñas-brote las que EA tiene ganas no solo de pintar, sino también de crear, de armar.

Las culturas populares

En los trabajos anteriores de EA estaban presentes la cultura americana primero (su serie de fotos de cementerios acompañadas por maquetas que EA imaginaba, eran espacios en los que habían habitado los durmientes cuyas tumbas ella, en un cementerio popular de Mar del Plata, fotografiaba) y mexicana luego, con los retablos y esqueletos.

Ahora, de la mano de Murakami y de Nara, o por lo menos después de mirarlos y saborearlos, aparecen paisajes, formas y colores orientales. y muñecas hermanas a las KOKESHI de la cultura popular japonesa.

Vida y muerte y vida...

Ella cuenta lo vertiginoso y divertido que le resultaba de chica atravesar el cementerio para ir a visitar a un amigo. Había en ese paisaje, en ese lugar algo extraño y desconocido que la motivaba- y la gracia que le causaba ver los nombres de los muertos en las tumbas y hacer rimas con ellos.

Las fotos de las tumbas, las maquetas de las casas de los muertos mientras estaban vivos, los retablos repletos de esqueletos bailarines. Y ahora, estas niñas sorprendidas, en estos paisajes atravesados por la catástrofe. Con manchas de sangre humana.

Pero las niñas están sorprendidas. Las niñas están con los ojos abiertos. Las niñas son sobrevivientes. Las niñas están vivas.

La ambigüedad: paisajes por donde algo terrible, catastrófico ha sucedido. Paisajes bellos al mismo tiempo. Manchas de sangre humana. Pequeñas flores rojas carnosas. Troncos muertos. Troncos generosos en sus raíces y sus ramas. Brotes que nacen de aquello que sucedió en algún momento, en algún lugar, difícil de precisar.

Brotes que nacen mirando.

La pregunta, el desconcierto, el borde, lo siniestro. El permiso: ¿cómo puede ser posible que algo sea trágico y hermoso al mismo tiempo?

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