:: TITO :: por Martina Mordau



Todo empieza con un firulete sin rumbo.
Cero pánico a la superficie en blanco.
Tito pinta diez cuadros al mismo tiempo y ninguno está terminado hasta que tiene un vidrio delante o ya no está en su poder.
Sus lienzos son territorios en los que se desarrollan procesos de transformación.
Los territorios son un tema central en y para su obra.
Las formas propias de un territorio determinan las posibilidades de las historias que en él se desarrollan; y de igual modo, las cosas que suceden en un territorio imprimen en él su huella y lo modifican.
El tamaño de un estante puede determinar el formato de una pintura que está destinada a ser almacenada en él.
El estante ejerce, como forma propia de una cultura, una violencia sobre la creación de Tito. Él la ve, le jode y la pinta.
Pinta paisajes de América Latina. Lugares que han sido escenarios de batallas, de genocidios y sometimientos, que han sido modelados por la crueldad y que ya no volverán a ser lo que fueron.  Territorios que nos transmiten, que imprimen en nosotros, aquella dominación fundacional. Violencia que ayer fue sangre y hoy es estante. Límite arbitrario, domesticación inadmisible, que Tito desafía agrandando el tamaño de las pinturas en las que nos muestra esas geografías salvajes que han sido conquistadas por la razón instrumental.
Y así, la pintura crece y va contra su propio territorio para inaugurar uno nuevo.
Porque al final, todo se trata de encontrar los firuletes que liberen el rumbo.

* Texto de presentación de la clínica de Tito del 29 de Septiembre de 2014.


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