Julián Sorter por Diego Spivacow
El bosque y todo el reino es un bazar.
En el bazar hay un gato muy gordo.
Se ríe y muestra los dientes.
Desaparece.
El plástico gastado de los envases, la madera y la hojalata, el
telgopor, nos parecen absurdos ante un gato que ríe. O era al revés?
Y por qué se ríe el gato?
En la obra de Julián lo que antes eran envases, relojes o espejos
encontrados, cobran vida en ensambles amenazantes que ascienden verticales e
inmóviles como trofeos de algún torneo de caballería, o un instrumento de
tortura o placer.
Esas son las Reinas. Piezas determinantes del ajedrez de una corona
despiadada. Siguen sus caprichos con autoridad y con locura.
Julián también recolecta formas de sus bocetos, dibuja en su cuaderno o
en la computadora pequeñas figuras hasta que alguna lo atrae. Rara vez simula
volumen o espacio, o lo hace con recursos y figuras geométricas muy sencillas.
Luego, las figuras más privilegiadas son desarrolladas y trasladadas a algún
otro material, y allí toman color, conservando la impronta sintética y la
frontalidad de su origen en la hoja o la pantalla del paint, mientras que el
volumen apenas se proyecta. Son formas simples, y por ello ambiguas y
soberanas. Podrían referir a infinitas cosas, y tampoco sabemos el por qué del
privilegio de su desarrollo.
Con gesto demente, el gato se ríe y nos oculta el camino. Cuando
entramos en su mundo la historia depende de nosotros. Es que en este reino la
síntesis de las formas hace que nuestro sentido de la orientación nos dicte un
camino personal entre los infinitos posibles, un camino que al gato siempre le
dará risa. Disfruta con nuestras vueltas, dándonos señales oscuras, nocturnas y
misteriosas. Señales hermosas e inquietantes. El gato aparece y desaparece,
juega, nos oculta los caminos porque el desconcierto lo divierte, y sabe que
allí hay algo más revelador que en cualquier evidencia aparentemente
lógica.
El gato calla frente a las reinas. No por temor: lo dejan perplejo. En
sus antojos, ellas toman todos los caminos a la vez, sin que la duda se cruce
por su mente.
En este reino, la locura no es un problema para la corona. Mientras
Julián siga eligiendo sus formas, las reinas van a seguir sorprendiendo al
gato.
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