Clínica Sebastián Tedesco Por Julia Larrañaga
Pensé en esas repisas pequeñas llenas de
juguetes antiguos que tiene Sebastián como en una colección de viajes en el
tiempo de bolsillo. La posibilidad de sostener una partícula de pasado en la palma
de mi mano. En ese autito, por ejemplo, juraría haberlo visto: un nene, con
pantalones cortos azul oscuro, la remera blanca adentro del pantalón, de
rodillas en la vereda de tierra, jugando. Mamá lo llama a comer.
Sebastián me ofrece un mate. Me habla de la
ciencia ficción como la representación de mundos inefables, como promesas de
libertad, de un mundo por venir. Me
habla de robots, de cohetes, de astronautas. Me lleva al pasado del futuro.
Me lleva a su taller donde veo el proceso de
sus últimos trabajos. Ese está fresco, cuidado, no lo toques. Lo encontré en la
calle. Es un tubo de rayos catódicos. Tuvo, se llama, con v corta. Tuvo me mira
sonriente y fijo. Parece un personaje salido de los Supersónicos o de algún
relato de Isaac Asimov. Y donde ahora está su cara, estática, Tuvo tenía infinitas
imágenes en movimiento, mutantes con un solo click en su control remoto.
Estoy trabajando con stencil. El arte
callejero es un referente en carácter de productividad para mí. Ser más
productivo, avanzar más rápido. La matriz del stencil como obra. Me interesa
generar matrices para hacer obra.
A Sebastián le interesa la tecnología, sobre
todo el modo en que modifica nuestra manera de relacionarnos, entre nosotros y
con el mundo. Hasta donde no le cuestionamos nada, hasta qué punto nos dejamos
condicionar, nos adaptamos. Indagar en eso, hablar sobre eso, de eso en sí y
como símbolo de otra cosa. Creo que su búsqueda va por ahí.
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