CLINICA ALVARO Por MARIANA PAPAGNI & TOBIAS MAO

 


Texto de Clínica por Mariana Papagni & Tobias Mao

Hay ciertas cosas que conviene nunca perder de vista. Sería prudente no dejar de reflexionar acerca del paisaje.

Hoy es fácil ver cómo las ramas crecen a través de cables que transportan información y tejen nuestro hábitat.

Lo más probable en una caminata urbana es que encontremos más cables que flores,

y que estén tan trenzados entre sí que no podamos distinguir dónde empieza uno  y dónde termina el otro.

Es probable también que el calor no provenga del fuego, sino del esfuerzo de una computadora por procesar

una investigación online o de la insistencia de dos humanos enchufados como pulpos.


En la obra de Álvaro se convive con la sensación de algo que queda pendiente, de aquello que no termina ni de abrirse ni de cerrarse. Parece un estado procesual, de incisión abierta, de alguien que sabe que aún hay mucho por recibir y entregar. ¿Será esa la estrategia para una buena conexión? Es sabido que para que dos átomos se unan entre sí, es necesario que existan orbitales libres, ciertos espacios desocupados y dispuestos para el libre intercambio de electrones. Es en ese estado en suspensión permanente donde aparece la posibilidad de lo inacabado. Una especie de romance inconcluso que podría permancer latente y deseante durante años.


La obra existe en la mezcla entre la precisión de una cirugía a corazón abierto y el desorden de la basura callejera. Entre el método riguroso y científico y la cadena azarosa de un googleo de trasnoche. Hay al mismo tiempo un gesto de investigador encantado por su hallazgo y de rebelde con causa que encontró su propio procedimiento. En esa confluencia se produce un rincón donde todos los vagos curiosos del mundo se juntan a estudiar.


Un diario personal, un mapa de experiencias, un roce profundo, una transgresión pequeña, una máquina biológica, un robo de wifi al vecinx, un cibercachorro enamorado, un machete para la prueba de química, una flor en descomposición, una disección caprichosa, un cruce insospechado y un bisturí decidido. Álvaro nos propone hacernos de herramientas propias para aprovechar cada aventura y aprovechar cada aventura para hacernos de herramientas propias.





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