Alejandra Pizarnik – fragmento de sus diarios

Desasne lunes 23 de set 2013, Julia Larrañaga Tema del año: Los Maestros, el Maestro Subtema del mes: la muerte. “… Súbitamente me gustaría vivir entre estatuas, sola conmigo a solas (contigo, amor mío), y que los años me aflijan, que el tiempo me duela, que me torturen y me martiricen. Yo no lo sabré. Porque súbitamente el silencio ha venido a mí, y aunque esté loca como sólo puede estarlo una equilibrista borracha en la cuerda, este instante, es silencioso, y no pasa nada sino que algo me apreta la garganta y el sexo, mi eros y mi thánatos, mi única razón de ser, muerte y amor aliados en un sinfín de renacimientos; ahora sufro, sin duda sufro mucho, pero es el silencio violento de este instante, la sensación de muerte inminente, de futuros dolores indescriptibles (en la garganta, en el sexo). Hasta aquí mi infancia atroz. El instante pasó. Ver la eternidad en un grano de arena: c’est pas mon geure. Esto es dulce, es corderillo rosado con moñitos de colores, la niñita vestida de novia o de poeta, con grandes anteojos sin cristales y sin memoria. Lo que se te prepara, lo que se te acerca. Me ahogo, aire y frescura, un vaso de agua, una taza de té, por favor. Te espera del otro lado, tal vez mañana, dentro de una semana. Mana sangre, pus, vomita, supura. Te esperan. Fatiga. Ni sed ni hambre. Me queman y me enervan. Tengo miedo. Grandes palabras, juegos de palabras, chistes geniales, y poemas no muy malos. No juegas, sin embargo. Esto va en serio, esto es sangriento. Pena por mí. Grandes palabras. No pasa nada. No sucede nada. He aquí la cuestión. Tengo miedo. Es la garganta. Si me pusiera a vomitar, qué de ratas, qué de ratones, mi madre. No ser ingenua. No ser idiota. No hay ganas de reír. Esto me tomó de la garganta y no me suelta. No sé qué escribo. Qué digo. Putear sí, con toda la garganta. Y nada de lirismos, si me hacen el favor. Esto es horrible, es basura, es nauseabundo, es deshecho desechado, mierda, mundo excrementado, harapos malolientes. Crujen los muebles. Que crujan, que cojan, que se incendie mi cuarto, que me estrangulen de una vez, que se vayan a la mierda y a la recontraputamadre que los parió. Calma, no obstante. Dulce amor mío, frenético olvidado, dónde estás. Amor mío, mi delirio, mi altar. Muero por ti. Te amo. Aún con estas palabras horribles que se me dicen y mi cara de loca, te busco, te amo, te llamo. Memoria viuda, luto en mi recuerdo. Castigo maravilloso en mitad de la noche desnuda. No te llamo, no te pido. Me doy, te soy. Tú no me tomas, no me necesitas, no hay ganas de mí en tu mirada. Te veo, te creo, te recreo, mi solo amor, mi idiotez, mi desamparo. Qué me hiciste para que yo me enrostre este amor estúpido. Piedad por ti. Cuando te vea lloraré, recordando lo que tuviste que padecer en mi memoria. 1 heure du matin. Esto de pasarse la vida auscultándose es depravadamente ineficaz. ¿Qué quiero? Ya es bastante que viva, que no robe ni mate ni ejerza la prostitución. En vez de ello leo poemas y estoy angustiada y a veces escribo. Nadie lo haría mejor después de todo lo sucedido. Por lo tanto, a estar contenta de mí y a regocijarse por esta atmósfera culta, sana e inofensiva que supe crear alrededor de mí, en vez de dedicarme a la destrucción y a la pulverización públicas, en vez de salir a la calle con un cuchillo y agredir a todo el mundo. 11 de agosto La mirada, la mía, adherida a los chirridos de las cosas. Mundo de silencio. Yo preciso inventarme en la noche, con palabras que tanto me cuestan. Y es siempre la sed ávida, aviesa, triste, como llevar un color marchito en la mano, una pluma desplumada. Me trago mi sed, me la bebo, la rumio con hatío invisible. Cada noche mi mirada se rebela. Mis ojos se toman en serio, se recuerdan, se comprometen: descartan los muelles y el río y los libros y las caras que sucedieron bajo el sol de agosto. Se abren mis ojos. Me obligan a seguirlos por altitudes de sombra y silencio y vientos y frío. Pero para saberlo necesito escribir. Sola no puedo enterarme de mí ni lo deseo. La complicidad de la palabra que mis ojos enjaulan es una especie de campana de mi soledad. Cuando leo que dije soledad o silencio me descubro al instante, en un rincón de la habitación miedosa y perdida pero reencontrada de alguna manera. Aunque nada dee sto tenga que ver con la validez o deficiencia de lo que escribo, sé, de una manera visionaria, que moriré de poesía.”

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