TORMENTA DE CRISTALES

El cuenco

obras  expuestas  en daniel abate  galeria, 2012
TORMENTA DE CRISTALES
CURADORA: FERNANDA LAGUNA
Quisiera empezar “reflexionando” sobre el mundo de esta artista que tiene nombre de mito. Por ejemplo podría decir que la obra de Diana es…  y seguir con algo que apoyara el significado de las ideas que recorren su obra. Pero, ¿qué es una obra? Porque habría que internarse en el misterio antes de poder decir algo sobre el concepto de obra y la idea del arte. Ya que pensar es inevitablemente imaginar. Hay muchas gradaciones de pensamiento, pero la que acá nos interesa no tiene que ver con la comprobación empírica de algún tipo de fenómeno, sino con la capacidad de volar – también en el sentido explosivo del término– hacia conceptos sin contornos que se aproximan a la luz.
Se podría hacer un análisis químico de las “obras” de esta muestra para certificar minuciosamente cada componente de las mismas, ¿pero eso nos acercaría a su esencia? Ya que estos materiales se manifiestan de variadas maneras, a veces impensadas... una podría ser la fantasmista, que genera en el ojo que tienen que ver con la experiencia misma de la observación. Y la otra es la que se produce detrás del ojo, en la cámara negra del ser. En ella surge el movimiento de los cuadros y de las piezas de arte. Allí se suceden las tormentas emocionales y holográficas, donde nace la psicodelia más antigua, que es la del asombro.
Hace 150.000.000 de años sucedió una tormenta de fuego. Que al caer fundió la materia conformando en la tierra una superficie vidriada. Con el tiempo las nubes de humo fueron arrastradas por el viento creado por explosiones solares; luego el sol acarició la superficie suave del globo y calentándolo lo resquebrajó. Y en las facetas de los vidrios que surgieron empezaron a vibrar una serie de colores sobre la atmósfera tibia, que eran algo así como la primera manifestación de la vida. Ésta en un principio era holográfica e imposible de fijar, ya que una de sus aristas más visibles era la de la inestabilidad, la de la impermanencia… Una flor en pocos segundos se trasformaba en mancha fucsia y luego en niña y luego en infinitas otras cosas y no cosas. Pasaron más millones de años y una parte de la faz terrestre despidió ceniza. La luz por el peso de las partículas cayó al suelo y se tapó con todo lo que vino. Las capas geológicas fueron desnudando y cubriendo, alternativamente, todos esos reflejos, encapsulando esa fantasía de cristal por millones de años más.
Es el logro de Diana Aisenberg  –investigadora y alquimista– traer todo ese mundo nuevamente a la luz. Esto puede sonar un poco pretencioso pero no es así. Yo no sabría decir exactamente lo qué es ser un alquimista, pero creo que es alguien que busca causar determinados efectos o resultados a través de procedimientos nuevos. ¿No es un alquimista aquel que nos hace sentir la emoción de un atardecer mirando un sol pintado?¿O aquella que nos hace descubrir el asombro de ese paraíso revisitado que se esconde en un paisaje de adolescentes escondidas en la maleza? Hablo de alquimia porque Diana actúa sobre las cajas negras. Crea túneles descabellados en el tiempo y el espacio para volver a los primeros momentos de la creación de la materia,  para despertar lo más primitivo de los elementos y sus formas. Hace una mancha en la pared y en ella está la cueva de la cola del cometa de la alegría dorada.  Si supiera lo que es el arte diría que éste es un ritual. Y que las obras son objetos mágicos que abren portales de emoción y libertad… Porque revelarse a las fórmulas es la libertad. Y todo esto para decir que aquí tenemos los colores que acarician el corazón negro salpicado de brillos y de vida… Esto es el problema de tener que explicar la poesía a través de ciertas definiciones… Porque, oh ninfa… ¿a dónde me llevarán las flores vidriadas de tu pelo?

Fernanda Laguna



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