Estados de la materia: Materia y Materiales: El Hielo
La
historia del frío en la alimentación, las neveras y los
frigoríficos
La
nieve: manipulación, uso y comercio.-
La
primera constancia escrita que se tiene sobre almacenes de hielo data
del siglo XI a.C. en China, desde entonces los seres humanos han
utilizado el frío tanto para la conservación de los alimentos como
para su ingestión, tanto sea en sorbetes, helados o introducido
dentro de sus copas para mantener baja la temperatura de sus bebidas.
Por Marco
Polo
sabemos que siglos antes de Cristo se elaboraban helados en China los
cuales se vendían por las calles, pasando esta costumbre primero a
la India para extenderse posteriormente a Persia y por último a
Grecia y Roma.
Quinto
Curcio, que escribió diez libros dedicados a la vida de Alejandro
Magno (356-323 a.C.), cuenta como en el año 328 a.C. éste ordena
"romper
la nieve endurecida de las montañas y glaciares haciéndola
transportar por relevos de campaña, donde la almacena en unas zanjas
o cuevas especiales capaces para este fin".
Los
griegos la trasportaban desde el Monte Olimpo para refrescar sus
vinos. Séneca reprochaba a los romanos la costumbre de tomar helados
hasta en invierno y Plutarco cuenta como los romanos "ponían
alrededor del frasco de agua una gran cantidad de nieve".
Refrescaban los romanos el vino especiado que tomaban en una copas en
forma de botellita, que eran de oro, plata o cristal que se rellenaba
de hielo picado.
El
primer helado que tomó un occidental en la Edad Media fue el
ofrecido por Saladino a Ricardo Corazón de León, el ambicioso rey
que estuvo en las Cruzadas en el año 1190, y que tomó un sorbete
enfriado con nieve del Líbano, pasando a Europa traído por los
árabes entrando por España y Sicilia. Pero como siempre hay
un listillo encontramos en una crónica florentina del siglo XV un
inventor del sorbete diciendo lo siguiente: “Bernardo
Bountalenti, hombre de sagaz inteligencia, conocido por sus numerosos
inventos y maravillosas innovaciones, fabricó el primer sorbete”.
La
conservación de la nieve se hacía en aljibes subterráneos en todo
el mundo conocido, pero la primera referencia escrita que se tiene
nos la da en 1364 un famoso fraile llamado Niccolo da Poggibonsi que
tras su peregrinación a Tierra Santa escribió: “Damasco
es una ciudad muy fría y la nieve dura en las montañas que la
rodean hasta junio. En la primavera se transporta hasta la urbe en
camellos y allí se vende. También la guardan en subterráneos y la
consumen en sus bebidas”,
la cual se transportaba desde los montes dentro de cajas forradas de
plomo.
Fue
en el siglo XVI cuando la industria del hielo se consolida al
descubrirse el nitrato de etilo, producto que unido al hielo produce
bajísimas temperaturas.
Encontré
muchas referencias tanto a la venta de hielo, su consumo y
legislación como esta de fecha 3 de septiembre de 1619 que dice:
“Los
vendedores de la dicha nieve guarden los puestos antiguos y en ellos
vendan dicha nieve, y no la metan a vender en ningún portal de
ninguna casa, si no que las vendan en las esquinas de las calles”.
En
el Renacimiento en España el cronista de Carlos V, el sevillano
Pedro Mexía, escribe sobre la mala costumbre de beber cosas frías
lo siguiente: “No
puedo dejar de reprender esta costumbre que ahora se usa, de buscar
lo frío con tanto cuidado y competencia unos de otros. Según creo,
algunos con vanidad y curiosidad porque lo hacen los señores que por
buen gusto y otros porque eso les sabe bien”.
Tan
extendido está el uso del hielo en Madrid que a mediados del siglo
XVII se hacían inspecciones como la que sigue y que está fechada el
11 de diciembre de 1654: “En
conformidad de lo mandado por los Srs. Alcaldes de la Casa y Corte de
S.M., yo Juan de Monzón, su escribano, para ajustar si el
administrador de la nieve de la obligación de esta Corte se cumple
con la que tiene convenida en la Sala, fui a los puestos que abajo
irán declarados.
El puesto de la Puerta Cerrada tenia a las nueve dadas de la mañana una será de hielos. En el puesto de la Carrera de San Jerónimo, hacia las cuatro calles, no había nieve ni hielos a la dicha hora. En la plazuela del Matute, a la dicha hora, no había nieve ni hielos, y al salir de puesto a hacer diligencia, llego el carro con hielos para el dicho puesto. Puesto de la Puerta del Sol, que esta a la entrada de la calle Carretas, a la dicha hora, no había nieve ni hielos; y para que ello conste lo puse por diligencia y de ello doy fe.-Juan de Monzón”.
El puesto de la Puerta Cerrada tenia a las nueve dadas de la mañana una será de hielos. En el puesto de la Carrera de San Jerónimo, hacia las cuatro calles, no había nieve ni hielos a la dicha hora. En la plazuela del Matute, a la dicha hora, no había nieve ni hielos, y al salir de puesto a hacer diligencia, llego el carro con hielos para el dicho puesto. Puesto de la Puerta del Sol, que esta a la entrada de la calle Carretas, a la dicha hora, no había nieve ni hielos; y para que ello conste lo puse por diligencia y de ello doy fe.-Juan de Monzón”.
Pese
a la costumbre del consumo de hielo en la alimentación y los
refrescos los galenos de la época eran detractores de tomar comidas
frías porque producía: “pasmos,
flaquezas de estómago y las hijadas, piedras y riñones y
detenimiento de la orina y perlesías”
o
los entusiastas defensores de la nieve que decían: “beber
frío es cosa sabrosa y natural porque la sed, como dice Aristóteles,
es un apetito de húmedo y frío como el hambre lo es de lo seco y
caliente y por esto naturalmente queremos la bebida fría”.
Se
sabe, por ejemplo, que en París, en el año 1680, había doscientos
fabricantes de helados que formaban un gremio.
Gran
importancia tuvo en el Siglo de Oro el beber frío. Los cocineros
Pedro
Mejías o Francisco Franco
comentan la nueva moda de las personas elegantes y enseñan la forma
de enfriar: con agua, salitre, nieve, al aire o en sótanos y cuevas
con vasijas de barro.
En
el Alcázar la ración personal incluye una cantidad de nieve al
llegar el calor. En el año 1598 cuesta tres reales el azumbre y se
pagaba la tercera parte al contado por mesadas y lo demás en
libranzas de alcabalas de Madrid, cobraderas al año siguiente.
Estando
la corte de Felipe III en Valladolid el abastecedor por contrata de
nieve, Juan Gil, escribe: "Por
traerse la nieve de las sierras de Peñalara, que es mas de 23 leguas
de esta Corte, y por no haber nevado, como es notorio, en esta tierra
ni en toda la comarca y redondez, necesariamente se hacen muchos
gastos, y muy mayores por la brevedad con qye es menester llegar con
ella a esta Corte, para que esté bien abastecida. Conforme a lo
cual, y que estando la Corte en la Villa de Madrid, la postura de la
libra de nieve era a 16 maravedises, trayéndola de esta misma sierra
que está más cerca de esta ciudad, pido y suplico a V.A. sea
servido mandar se me haga nueva postura de la dicha nieve, aumentando
el precio a que la tengo que vender, pues es imposible que lo pueda
hacer a razón de ocho maravedíes la libra como está puesta".
En
1607 Pedro Xarquíes se obliga a vender nieve en Madrid a cambio de
la exclusiva de su comercio, para lo cual construye en la hoy
Glorieta de Bilbao unos depósitos subterráneos para almacenar la
nieve que trae en recuas desde la sierra del Guadarrama, a este lugar
los madrileños lo bautizan con el nombre de 'los
pozos de nieve'.
Una vez muerto este señor continúan con el negocio sus herederos.
Es
lógico pensar que lo que es moda para el rey también lo sea para
los nobles, por lo que se puso de moda la nieve en las comidas, de
hecho existe un comentario de Casiano del Pozzo, criado del cardenal
Barbieri, del año 1626 en el describe un banquete ofrecido por la
Condesa de Olivares a dicho prelado en el cuenta: "...
Para las frutas vinieron algunos vasos hechos en la forma de lata de
leche congelada, diversas clases de frutas en almíbar, membrillo
helado..."
En
1673 se distribuye en invierno en el Alcázar diecinueve azumbres de
nieve cada día y en verano cuarenta y tres azumbres, llegando la
nieve a Palacio a las seis de la mañana haciéndose la distribución
en pequeñas cantidades a lo largo del día hasta las diez de la
noche.
A
esta moda se suman en 1684 también las monjas 'Señoras Descalzas
Reales, que se quejan de que no le suministran la nieve a lo que la
reina dispone que se les dé cuatro libras en verano "por
los grandes calores".
El
año 1696, Mariana de Neoburgo, segunda esposa de Carlos III, enferma
por los remedios que le aplican para impedir un aborto inexistente.
El médico Geleen, que se había opuesto, comunica: "Me
ha rogado
(la reina) que
no permita le den otras medicinas sino las que acostumbra a tomar,
para limpieza del estómago cargado de flemas y perturbado por el
abuso de bebidas heladas: lora cum agaricum".
Se refiere a unas píldoras hechas con extracto del hongo agárico,
diluidas en lora, es decir, en aguapié o vino muy ligero, que se
obtenía echando agua al orujo de la uva, después de soltar todo el
mosto.
En
el reinado de Felipe V, Manuel Domingo Lorente, administrador de la
Casa Arbitrio de la Nieve solicita en 1754 que se le permita tomar
libremente de toda la sierra la nieve que necesite "sin
embargársela ni embarazarle nadie y sin pagar derechos de los
ventisqueros de la Morquera, Vailadero y el Ratón. Si se acabara,
iría a otros lugares de la sierra de Segovia. Si hay que sacarlo del
Escorial, el monarca abonará a los monjes el arriendo de los pozos.
El millón y sisa lo pagará del remanente de lo que vendiera después
de suministrar a la Casa Real, que no paga ningún derecho".
Es
en 1786 cuando se inicia la venta de un refresco que se considera muy
español, del que soy muy aficionado, la horchata de chufa, y su
primera licencia de venta en Madrid recogido en el libro de alcalde
de casa y corte del Ayuntamiento de la Capital y que dice: “Doy
licencia a Vicente Casanova y José Beyo para que en calidad de por
ahora venda en su casa y portales de la provincia el cuartillo de
horchata de chufas...”
Le
sucede en el cargo Josef Tomás de Terzilla, el cual presenta en 1788
un nuevo pliego para continuar la provisión de nieve y que solicita
cubrir los ventisqueros para conservar mejor la nieve en la sierra.
Tiene derecho a disfrutar de carruaje en las jornadas, ración
extraordinaria de mesilla, cinco reales, una mula de paso para el
mozo y dos acémilas para la conducción de nieve, no pudiendo ser,
las acémilas y los carruajes, detenidos ni embargados.
A
finales del siglo XVII se habla de 'agua
de nieve',
que no es otra cosa que nieve derretida. Se hacen helados que por su
solidificación se dividen en 'sorbetes',
que no era otra cosa que helado sin cuajar, líquido aún, y la
'garrapiñada'
que es helado ya sólido.
Artículo de Carlos Azcoytia
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